No son muchos los que saben que la Alameda era originalmente uno de los brazos del Mapocho; que Ñuñoa debe su nombre al ñuño, la típica flor dorada que uno ve a la orilla de los caminos; que en la tranquila Providencia de principios del siglo XX había molinos y se podía tomar leche al pie de la vaca; o que en el sector de Plaza Italia hubo alguna vez un gran hospital e incluso, una hermosa estación de trenes.

Tampoco son muchos los que tienen claro que cuando Pedro de Valdivia se apropió del valle del Mapocho, los habitantes del lugar no eran un puñado de gentes dispersas por toda la zona central. De hecho, al oriente de lo que el conquistador llamó Santiago de la Nueva Extremadura, había cinco aldeas indígenas perfectamente organizadas: Apoquindo, Vitacura, Ñuñoa, Tobalaba y Macul.

Pese al desconocimiento general, existe una infinidad de textos y documentos que a través de los siglos han dado cuenta del desarrollo de la ciudad, de su organización y las costumbres de sus habitantes

En Newtenberg creemos que no conocer la historia de nuestra ciudad, ni la explicación de sus espacios y momentos termina por desvincularnos de nuestro entorno y nos impide quererlo y respetarlo. Cuando el relato aparece, los espacios cobran significado y nos permiten entender que somos pasajeros de una ciudad que se transforma con nosotros.

El supuesto desamor es, en realidad, ignorancia, y a través de este proyecto esperamos en algo disiparla para que aflore una auténtica y virtuosa identidad cultural.

Re-encantar con la ciudad

Si contamos con nuestra propia tecnología y además con una interesante y variada base bibliográfica sobre Santiago, nos preguntamos ¿por qué no hacer que todo esto confluya en un solo lugar?

Así, la tecnología para administración de contenidos de Newtenberg nos permitirá compartir una serie de documentos y contenidos hoy dispersos y relacionarlos entre sí.

La idea es re-encantar con nuestra ciudad, disponiendo de los recursos que nos brinda la tecnología para construir nuevas formas de entregar los contenidos. Siempre con la intención de contribuir con material interesante y de calidad.

Una línea de tiempo, por ejemplo, puede ser una manera muy eficaz de dar a conocer los principales hitos de la ciudad en un periodo determinado. Un gráfico animado que muestre cómo fue evolucionando el mapa de Santiago a través de los siglos también puede resultar muy atractivo.

Estos formatos también resultan muy efectivos para presentar otro tipo de conocimientos que no aparecen en los libros y que para algunos podrán parecer banales, pero que también forman parte del patrimonio cultural de la ciudad y dan cuenta de la cotidianeidad de sus habitantes. Por ejemplo, el saber cuánto costaba el pasaje de los tranvías en 1924 o cuáles eran los recorridos; en qué lugares se divertían los jóvenes en los años 50' o cómo era una liquidación de Gath & Chávez en los 30'.

Si a todo esto agregamos fotos, pinturas y grabados que vayan aportando las formas y coloridos de todos estos datos, y a eso sumamos las fuentes originales del contenido, como documentos crónicas y otros escritos históricos, estaremos creando, en definitiva, un entorno que terminará por sembrar en el visitante/lector la inquietud y, en el mejor de los casos, la necesidad de profundizar y buscar más información sobre su ciudad. ¡Nuestra ciudad!!