Desde el año 1967 tenemos una entidad especialmente dedicada al fomento de la investigación científica, la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología, Conicyt. Por otra parte, contamos con la Corporación de Fomento de Producción (CORFO), enfocada a la competitividad de las empresas. Estas dos agencias han sido las encargadas de monitorear los gastos públicos y de las empresas en I+D, así como el personal científico y tecnológico del país y su producción en número de publicaciones principalmente. En los últimos años hemos dado pasos importantes en materias tan fundamentales como la creación del Comité de Ministros para la Innovación, el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC) y el impulso a las reformas legales que permitirán la certificación de las competencias laborales, la acreditación de la oferta educacional y el apoyo a las empresas que agreguen conocimiento a su producción, a través de una franquicia tributaria recién promulgada (Libro Blanco II).
El Sistema Nacional de Innovación actualmente se encuentra en plena fase de reorientación, desde un Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología a un Sistema Nacional de Innovación, integrando nuevos fondos, financiado por el Presupuesto Nacional y basado en la cooperación interinstitucional.
En noviembre de 2005 se constituyó el Consejo Nacional Transitorio de Innovación para la Competitividad, mediante decreto presidencial. Además, el Gobierno envió al Parlamento el proyecto de ley que establece las bases para una estrategia nacional de innovación para la competitividad. Este proyecto crea un Consejo que estará encargado de administrar el Fondo de Innovación para la Competitividad, cuyos recursos provienen de un porcentaje del impuesto a la gran minería o "royalty". Asimismo, define las atribuciones que tendrá dicho consejo, la forma en que se distribuirán los recursos y las áreas en que se van a aplicar (Gobierno de Chile, 2006 ).
En el discurso del 21 de mayo de 2006, el gobierno de Michelle Bachelet definió la "innovación y emprendimiento para el crecimiento" como uno de los cuatro ejes de su mandato y respaldó el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad, CNIC, creado en el periodo presidencial previo, mientras se trabaja en forma simultánea la discusión parlamentaria sobre la creación del Fondo de Innovación para la Competitividad.
En el curso de los últimos meses, el CNIC ha continuado su consolidación y cuenta en estos momentos con un sitio web. En enero de 2007 presentó el volumen I de su Libro Blanco: Hacia una Estrategia Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC, 2007a). En materia de Innovación, el documento propone criterios estratégicos, metas globales de país, objetivos estratégicos y líneas de acción.
Sin embargo, un análisis de la situación actual en materia de investigación, desarrollo e innovación en el país indica que ésta es deficitaria, y más aún, si se la relaciona con el estado de desarrollo socioeconómico del país. Los indicadores disponibles son deficientes en cualquiera de las dimensiones que se analice del proceso de I+D+I en el país, ya sea como entradas -por ejemplo, la inversión en I+D+I- o como salidas -por ejemplo, patentes, publicaciones científicas-. Esta deficiencia se acentúa si la unidad de análisis está constituida por los sectores económicos y sociales.
El Informe Final del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad de 2005, indica que el gasto en investigación y desarrollo (I+D) en Chile es de un 0,7% del PIB, comparado con un 1,8% de los países europeos y un 2,2% promedio de la OCDE. Este indicador resume el esfuerzo en innovación para efectos de comparaciones internacionales. Además de que el país gasta poco en I+D+I, existe una baja participación del sector privado en dicho gasto, tanto en número de empresas como recursos dedicados. Poco menos de un tercio de gasto total proviene de la empresa privada (Gobierno de Chile, 2006).
De acuerdo a Lederman y Maloney (Lederman y Maloney, 2003), si se analiza en una serie histórica entre 1979 y 1999, existe una desviación progresiva entre el gasto efectivo en I+D, como porcentaje del PIB y el proyectado para el nivel de ingreso en el país. Es decir, en las últimas décadas la tendencia fue más bien al deterioro. También Lederman y Maloney señalan que Chile es ineficiente en las inversiones en innovación, ya que tiene una incapacidad de transformar esa inversión en patentes comerciales comparado con países OCDE y países emergentes en innovación. Ellos indican que gran parte de la ineficiencia se puede explicar por la falta de colaboración entre el sector privado y las instituciones dedicadas a la investigación en universidades y, otra parte, se explica por una baja tasa de matrícula en educación secundaria y universitaria (Lederman y Maloney, 2004).
Los Ministerios de Economía y Hacienda hicieron un diagnóstico y diseñaron una estrategia frente al tema de innovación (Eyzaguirre et al., 2005). Se reconoció que a pesar de los éxitos del país en los últimos veinte años, existen limitantes en el modelo de desarrollo vigente que deben ser enfrentadas de manera proactiva. Se requiere transitar gradualmente desde el modelo primario exportador hacia la economía del conocimiento, como requisito indispensable para continuar creciendo y lograr la equidad en el largo plazo. Esta estrategia se basa en tres pilares: (i) un régimen institucional y de incentivos económicos claro, coherente y estable; (ii) una fuerte capacidad de innovación, orientada a desarrollar encadenamientos productivos en torno a ventajas comparativas; y (iii) un capital humano de calidad. Chile está bien en el primero de estos pilares, pero presenta importantes atrasos en los dos últimos. Se aprecia que en cuanto a capacidad de innovación y capital humano existen espacios para un mayor y mejor rol del Estado, y se plantean lineamientos de políticas públicas para cerrar las brechas que nos separan de aquellos países que han logrado desarrollarse en base a la economía del conocimiento en torno a los recursos naturales.
Los evaluadores coinciden en que nuestro Sistema Nacional de Innovación se encuentra subdesarrollado (Rodríguez J, 2005) y se caracteriza por:
- Falta de lineamientos orientadores.
- Falta de enfoque integral/coherente.
- Falta de instancias de coordinación.
- Desconexión empresa-universidad (la investigación básica no se transforma en aplicaciones comerciales).
- Exceso de "ventanillas" dispersas.
- Duplicidad de esfuerzos.
- Programas bien evaluados, pero sin masa crítica.
- Desaprovechamiento de economías de escala.
- Baja inversión en innovación
|